sábado, 25 de julio de 2020

Bañarse en el Madrid de los Aistrias (1)

 
En el siglo XVII todas las ciudades europeas de cierto rango tenía
baños públicos donde solazarse.En 1628 un tal Diego de la Puente, procedente de Milán, solicitó permiso al concejo para instalar unos baños en Majêrit. Estos sería públicos y estaría atendidos por personal especializado. No se trataba de una cuestión de higiene, a la que los hispanos tenían cierta aversión, sino algo para el solaz y la salud de los villanos que podría curar afecciones de la piel o nerviosas.
No era extraño que, hombres y mujeres de los siglos XVI XVII  no se asearan casi nunca y todo tipo de ichos corrieran alegremente a ciento por todo su cuerpo, provocando tremendas afecciones cutáneas e,,incluso contagiando todo tipo e males. 
Un baño con agua caliente, hierbas y un poquito de jabón, resultaba definitivo en el futuro de dichos animalejos, acababan flotando en el agua.
Por otro lado, el concejo era extremadamente diligente con la limpieza del local y lo revisaba mensualmente.
Pero el señor de la Puente era más ambicioso y deseaba incluir baños femeninos en su local ya que sabía que serían unas buenas clientas.
Mandó un informe detallado al Ayuntamiento diciendo que era el mjor remedio para el mal de melancolía, tan frecuente en las señoras, y de los nervios, para los que se aconsejaban las lavandas.
El Consistorio estudió y estudió la propuesta, mandó una inspección al edificio de la calle Jardines, pidió informes a eminentes galenos y a la Iglesia católica  y, tras de cerciorarse de que las bañeras ocupaban cuartos individuales y que el personal era tanto masculino como femenino, suficiente y limpio, emitió un informe favorable en agosto de 1628 con lo que se le concedió permiso por una vida.
El Ayuntamiento decidió que vale pero que las mujeres fueran lunes, miércoles y viernes y con informe médico por escrito que lo aconsejase. 
Al fallecer D. Diego de la Puente el Ayuntamiento quiso derogar  el permiso pero los heredero del milanés se negaron pues, el negocio, sin competencia, era bien lucrativo y deseaban continuar.
El concejo respondió que ni hablar y que lo cerraran a lo que los dichos herederos no hicieron ni caso de manera que le negocio tan pimpante siguió abierto hasta el siglo XIX en que, dado el pésimo estado del edificio que se caía a trozos, hubo de ser demolido para hacer otros baño,más acordes0 con el tiempo y menos ruinosos.